Empezamos la reunión disfrutando del cálido recibimiento de Violeta y Esmeralda, maestras en el colegio público Palomeras Bajas.
En primer lugar comentamos sobre las obras leídas durante el verano: los asistentes expusieron cuáles habían sido éstas y el porqué de su atractivo.
A continuación hablamos sobre las líneas que vamos a seguir el resto del año: continuar con Mario Lodi como referente de nuestra práctica docente, impulsando las bibliotecas de aula, el texto libre – de la metodología Freinet - y haciendo que nuestra escuela sea un espacio donde se hable, lea y escriba. Trabajaremos a la escritora sueca María Gripe y al alemán Otfried Preussler (de los que se va a cumplir, en 2023, el aniversario de su nacimiento). Llanos lee el texto “Leer no es sólo leer un texto”, de Georges Perec:
Para el propósito que me ocupa, esto es lo que más me llama la atención en las maneras de leer: no que la lectura se considere como una actividad ociosa, sino que en general no pueda existir sola, es preciso que esté insertada en otra necesidad; es preciso que otra actividad la soporte: la lectura se asocia con la idea de un tiempo que se debe llenar, un tiempo muerto que se debe aprovechar para leer. Tal vez esta actividad portadora no sea sino el pretexto de la lectura, ¿pero cómo saberlo? Un señor que lee en la playa, ¿está en la playa para leer o lee porque está en la playa? ¿Acaso el frágil destino de Tristram Shandy le importa más que la insolación que está por sufrir en las pantorrillas? ¿No conviene, en todo caso, interrogar estos ámbitos de la lectura? Leer no es sólo leer un texto, descifrar signos, recorrer líneas, explorar páginas, atravesar un sentido; no es sólo la comunión abstracta entre autor y lector, la boda mística de la Idea y el Oído. Es, al mismo tiempo, el ruido del metro, o el bamboleo de un vagón de ferrocarril, o el calor del sol en una playa y los niños que juegan un poco más lejos, o la sensación del agua caliente en la bañera, o la espera del sueño.Un ejemplo me permitirá precisar el sentido de esta interrogación que por otra parte podemos considerar, con todo derecho, absolutamente ociosa: hace varios años yo cenaba con unos amigos en un pequeño restaurante (entrada, plato del día, queso o postre); en otra mesa cenaba un filósofo que ya gozaba de justa reputación; cenaba solo, leyendo un texto mimeografiado que seguramente era una tesis. Leía entre un plato y otro, y a menudo entre un bocado y otro, y mis amigos y yo nos preguntamos cuál sería el efecto de esa doble actividad, cómo se mezclaban ambas, qué sabor tenían las palabras y qué sentido tenía el queso: un bocado, un concepto, un bocado, un concepto. . . ¿Cómo se masticaba un concepto, cómo se tragaba, cómo se digería? ¿Y cómo dar cuenta del efecto de este doble alimento, cómo describirlo, cómo mensurarlo?
Nos despedimos degustando el magnífico piscolabis que Esmeralda y Violeta, maestras en el colegio que nos ha acogido (¡muchas gracias!), prepararon para nosotros y acordamos reunirnos dos veces en noviembre -para compensar la sesión que no hicimos en septiembre- cuyas fechas serán el 12 y el 26.
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